Veintisiete días y veintisiete noches.
Veintisiete días. Veintitantos buenos días, veintitantas buenas noches. Eso es lo que hubo entre nosotros. Sólo veintisiete días. Un poco más de veintitantas fotos que fueron y vinieron. 27 días que bastaron para saber que su persona favorita es su hija. Que su platillo favorito es la milanesa y que es un devoto fanático de ac-dc, la bicicleta y los Raiders. Que le gusta mucho hablar de él.. pero que eso no me molestaba en lo más mínimo, porque siempre estuve ávida de saber más. El es de esos extraños seres que embelesan con su plática. Aunque lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks... Lo nuestro existió únicamente en mi imaginación. Hasta que llegó el "no eres tú soy yo". Ese cliché que ya todos sabemos que llega cuando en verdad si eres tú. Que ese "no quiero lastimarte", llegaba demasiado tarde. Y no es que él me lastimara. Me lastimé yo misma, por algo que nunca existió más allá de mis ganas y mi imaginación. Y para nada es una queja. De saldo me deja algo más que veintisiete lágrimas lloradas. Quizás no por él, pero por lo que imaginé vivir a su lado. Dejó también 27 días de despertarme de buen humor al encontrar una foto, un audio o un mensaje de él en mi teléfono. Veintisiete días de ganas de conocerle en persona y de querer bonito y de querer bien. Me dejó saber que si algún día encuentro a la persona correcta, la que quiera quererme, podré volver a enamorarme. Y así, esta noche ya no hay mensaje de buenas noches. No hay llamada ni audios, ni fotos. Sólo una canción de Sabina sonando de fondo a mis lágrimas.
Ahora solo espero que llegue el olvido y te borre pa' siempre. Y que aprenda a olvidarte y no precisamente en 19 días y 500 noches, porque en dos días de no hablarte ya me dueles tanto como 27 besos que no pude darte. Y esta noche Sabina en tu ausencia me trae tu recuerdo, de esos veintisiete días que quise quererte y que tú, ... que tú ya olvidaste.
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